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Opinión

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Los aranceles de Trump no recuperarán los empleos en el sector manufacturero

A pesar de las declaraciones optimistas de su secretario de Comercio sobre millones de estadounidenses que “ajustan pequeños tornillos para fabricar iPhones”, los aranceles del presidente estadounidense Donald Trump a las importaciones no reactivarán el empleo en el sector manufacturero de ese país, al tiempo que elevarán los precios al consumidor, ralentizarán el crecimiento económico y aumentarán el desempleo.

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WASHINGTON, DC – El “Día de la liberación”, el presidente estadounidense Donald Trump declaró que la imposición de elevadísimos aranceles lograría una repatriación acelerada de puestos de trabajo. Poco después, el secretario de comercio Howard Lutnick se explayó sobre la cuestión en una entrevista televisiva, cuando habló del “ejército de millones y millones de seres humanos que ajustan tornillitos para fabricar iPhones: ese tipo de cosas vendrá a Estados Unidos”.

Pues bien. Por mi parte, no veo necesidad de impulsar el empleo fabril en Estados Unidos. Pero incluso si compartiera el objetivo de la administración Trump, seguiría muy preocupado por la guerra comercial, porque hay (por lo menos) cinco razones por las que los aranceles no conseguirán reactivar el empleo fabril.

En primer lugar, restarán competitividad a los productores estadounidenses. Es común asumir los aranceles como un impuesto al consumo (que por supuesto, lo son). Lo que no se dice tanto es que también son un impuesto a la inversión de las empresas. Algo más de la mitad de las importaciones estadounidenses corresponde a suministros y materiales industriales, bienes de capital y piezas de automóviles. Al encarecer estos insumos, los aranceles harán más difícil para los fabricantes estadounidenses mantener precios bajos y aumentar la producción y el empleo.

No es sólo teoría. La guerra comercial (comparativamente menor) que libró Trump durante su primer mandato ofrece abundante evidencia empírica para evaluar el conflicto actual. Dos economistas de la Reserva Federal de los Estados Unidos (Aaron Flaaen y Justin Pierce) calculan que durante la guerra comercial de 2018-19, la pérdida de empleo fabril en los Estados Unidos derivada del encarecimiento de los insumos fue cinco veces mayor que la creación de empleo en el sector como resultado de la protección contra importaciones.

En segundo lugar, otros países tomarán represalias que afectarán a los exportadores estadounidenses; un obstáculo más a la creación de empleo. Aquí también podemos apelar a la guerra comercial del primer mandato de Trump. Flaaen y Pierce hallan que la pérdida de empleo fabril local como resultado de las represalias fue casi tres veces más que la creación de empleo derivada de la protección contra importaciones.

Es evidente que la posibilidad de represalias preocupa a Trump. Hace pocos días publicó en las redes sociales que en su primer mandato “China fue brutal con nuestros agricultores (sic)”, a los que él después “recompensó” con un paquete de rescate por 28,000 millones de dólares. Esta publicación hace pensar en una promesa de apoyo similar durante esta nueva guerra comercial, pero no sólo la agricultura será objeto de represalias. Ya hay en la mira una amplia gama de bienes que va de los cereales y la indumentaria hasta los metales y el whisky.

La tercera razón por la que las políticas de Trump no generarán una creación sustancial de empleo fabril es el tiempo. Aunque el presidente pueda aprobar aranceles de un plumazo, construir una fábrica (para producir automóviles, medicamentos, energía limpia o semiconductores) lleva varios años.

Lo que nos trae a la cuarta razón: en el entorno de formulación de políticas actual, ¿qué empresa se comprometerá con una inversión costosa y por varios años? Dada la alta dependencia de los productores estadounidenses respecto de bienes intermedios importados, estos amplios vaivenes arancelarios tienen un enorme efecto desestabilizador. Una empresa que no puede prever sus costos tampoco puede determinar qué inversiones tienen probabilidades de ser rentables. No sorprende que las empresas estadounidenses hayan reducido sus planes de contratación desde la asunción de Trump.

Por último, ¿quién va a ocupar esos puestos de trabajo? Una reducción de la tasa de desempleo en Estados Unidos respecto de la actual es improbable (al menos una reducción sostenida) ya que, en los últimos años, casi todo aquel que quisiera un trabajo en Estados Unidos podía conseguirlo. Es verdad que hay muchas personas que están totalmente fuera del mercado laboral. Pero es de suponer que muchas de ellas no se incorporarán a la población activa a menos que el mercado ofrezca salarios más altos.

Aumentar el empleo fabril no corregirá este problema. En Estados Unidos, el trabajador industrial medio ya gana menos que el trabajador medio del sector servicios. Y si Trump habla en serio en relación con repatriar empleos fabriles, entonces el salario medio del sector se reducirá. Puede que Lutnick quiera estadounidenses “ajustando tornillitos”, pero las empresas no van a pagar salarios altos por ese tipo de trabajo. Hay muchas razones para no desear que legiones de estadounidenses cosan zapatillas en las fábricas, pero la principal es que son empleos poco remunerados.

La guerra comercial de Trump no reactivará el empleo fabril, sino todo lo contrario, y al mismo tiempo encarecerá los bienes de consumo, frenará el crecimiento económico y aumentará el desempleo. Los aranceles de Trump degradarán el Estado de Derecho, al destruir acuerdos comerciales. Y debilitarán el sistema constitucional de gobierno en los Estados Unidos, ya que equivalen al mayor aumento de impuestos en tiempos de paz de la historia moderna, cuando subir los impuestos es una facultad que la Constitución reserva al Congreso (y no al presidente). Dañarán las alianzas de Estados Unidos y disminuirán en gran medida la credibilidad de su liderazgo económico y financiero internacional.

En defensa de la guerra comercial, muchos partidarios de Trump han señalado que es un típico caso de beneficios concentrados y costos difusos: una medida que beneficiará mucho a los trabajadores industriales y perjudicará un poco a todos los demás. Pero esa afirmación es errada por dos razones. Una es que en la guerra comercial de Trump pierden todos. Y la otra es que los perdedores (incluidos los trabajadores industriales) perderán mucho más de lo que los defensores de Trump están dispuestos a admitir.

El autor

Michael R. Strain es director de Estudios de Política Económica en el Instituto Estadounidense de la Empresa y autor de The American Dream Is Not Dead (But Populism Could Kill It) (Templeton Press, 2020).

Traducción: Esteban Flamini

Copyright: Project Syndicate, 1995 - 2025

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