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Cofece e IFT, camino al cadalso
Marco A. Mares | Ricos y poderosos
Aunque todavía no hay una fecha específica, la Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece) y el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT), están condenadas a su extinción.
Están en camino al cadalso.
Son acusadas de ser parte del entramado neoliberal.
Lo que quede de ellas será parte de la “transformación”, como ahora se le dice a aquello que retrocede al pasado y en aquellos años se llamó “estatismo”.
En la simulación de foros democráticos se hace toda clase de “malabares” para encubrir que serán parte del engranaje centralista gubernamental.
Lo más probable es que sean relevadas a finales de este o principios del próximo año.
No se sabe, cómo serán las instituciones que las sustituyan.
La reconstitución de Cofece, como el del IFT, está todavía a discusión y en definición.
De alguna forma, al final de sus respectivas vidas institucionales, la suerte de ambos organismos está ligada.
Paradójicamente, por razones de especialización, el tema de la competencia económica, las mantuvo separadas.
La competencia económica en materia de telecomunicaciones la mantuvo el IFT.
La competencia económica, en general en prácticamente todos los mercados y, en el de las telecomunicaciones, es el quid de los dos órganos que a la fecha, por ley, siguen siendo autónomos.
Hasta ahora, hay una mucho mayor discusión y preocupación por la redefinición del IFT.
Sobre la reconfiguración de la Cofece, el debate ha sido menos acalorado.
Sin embargo, también se ha registrado enorme preocupación por los cambios que podría tener.
En el avance hacia el cadalso, Cofece e IFT y sus respectivos y mermados cuerpos colegiados, han dado muestras de institucionalidad.
Se han manifestado dispuestos a cooperar hacia un cambio ordenado.
Cofece y el IFT recibieron para éste año 2025, presupuestos ínfimos.
La Cofece, ejerce un presupuesto equivalente a menos de la tercera parte del que originalmente solicitó.
El IFT cuenta con una cantidad que representa un 70% menos de lo que pidió.
Con todo y la asfixia económica y su famélica condición, Cofece e IFT cerraron el 2024, con avances importantes.
Cofece intervino en sectores prioritarios como agroalimentario, financiero, energético, salud, transporte y compras públicas.
Logró un impacto estimado en el 40% de la economía mexicana, según datos del Banco Mundial.
Cofece continúa gestionando más de 150 operaciones de fusiones, equivalentes al 10% del PIB, y 25 investigaciones por prácticas anticompetitivas en mercados clave, como servicios financieros digitales y gas natural.
En 2023, la Cofece reportó beneficios para los consumidores por 30,697 millones de pesos mediante la corrección de prácticas anticompetitivas.
Aunque no hay una cifra específica para 2024, se estima que el impacto es significativo.
Especialmente en sectores como el de salud, donde se evitaron sobreprecios que afectan al erario público y a los consumidores.
El IFT resolvió 823 asuntos de relevancia, 50% más que en 2023.
Atendió temas como la regulación del espectro radioeléctrico, la supervisión de concesiones y la promoción de la competencia en telecomunicaciones y radiodifusión.
En la última década, el IFT ha impuesto sanciones significativas a empresas como América Móvil, Televisa y Megacable.
Logró reducir la participación de mercado de Telcel en telecomunicaciones móviles de 69% a 59% y en internet fijo de 72% a 37%.
En el 2024, el IFT recaudó 18,412.33 millones de pesos (aproximadamente 901 millones de dólares) por su vigilancia del espectro radioeléctrico, la asignación y refrendo de concesiones, sanciones a concesionarios y otros trámites regulatorios.
En el gobierno lopezobradorista, del 2019 hasta el 2024, el IFT recaudó cerca de 5,000 millones de dólares por su trabajo regulatorio, incluyendo la supervisión del espectro y la competencia económica en telecomunicaciones y radiodifusión.
La Cofece y el IFT tienen los días contados. Viene el fin de los órganos autónomos colegiados.
La extinción de la autonomía de los órganos reguladores, podría implicar el retorno a los tiempos de la discrecionalidad regulatoria y el probable acendramiento del predominio monopólico y oligopólico.
Ojalá que no. Veremos.
